The Fall: Scullyfornication

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El título es malvado, lo sé. Pasó más de una década desde final de The X-Files y es buen momento para desencasillar a sus actores principales. ¡Eso no quita que sea difícil! Pero hay que decir que Gillian Anderson se ha esforzado mucho por darle a su carrera una identidad por fuera de X-Files, y con resultados bastante mejores (aunque menos masivos) que su compañero, de eso no hay dudas. En este caso, vuelve a portar pistola y perseguir perturbados mentales, pero con un personaje diferente al de Dana Scully.

«The Fall» tiene a Anderson como protagonista de una historia áspera,  en la que nos ponemos ante dos líneas argumentales paralelas destinadas a cruzarse. En el disparador, un asesinato con características bien clásicas: hombre psicópata mata a mujer, en un homicidio con claras inclinaciones sexuales y sádicas.

De ahí se desatan dos historias. La de Stella Gibson, a cargo de la investigación de ese crimen y los que seguirán, y la trama de Paul Spector (interpretado por Jamie Dornan) un apuesto padre de familia y psicólogo que es, desde el comienzo, el autor del homicidio. Y los que le seguirán, sí.

Oficialmente se definió a «The Fall»  como la historia de dos cazadores y esa es sin dudas la síntesis. La serie plantea una estructura de persecución permanente, pero con pocas escenas de acción. Es más un juego mental y ciego entre el asesino y la agente, que no se conocen entre sí hasta muy avanzada la historia.

«The Fall» tiene otros atributos, como la construcción de los personajes. En lo personal, encuentro en el personaje de Anderson matices más complejos y originales que en el de Dornan, quizás un asesino más lineal en el que su gran contraste es algo medianamente habitual en la ficción: un asesino padre de familia, físicamente atractivo y seductor. Stella Gibson en cambio tiene una construcción más compleja, en la que el feminismo aparece como un elemento bien delimitado, que motoriza algunos de los mejores diálogos de la serie, sobre todo entre la agente y sus compañeros. Eso no la libera de ser un personaje oscuro y torturado. Y en la capacidad actoral de Anderson eso se potencia.

En apenas cinco capítulos la serie plantea una historia bastante atrapante pero que, conforme avanza y el esperado encuentro entre los dos personajes se posterga demasiado, pierde bastante del peso de los primeros episodios. Se amaga una y otra vez con que finalmente los personajes van a estar cara a cara y… no digo más. El desenlace resultó menos potente de lo que esperaba, menos contundente de lo que la serie preparaba desde el minuto uno y eso la deja algo renga al momento de definir la temporada. Que no será la única, vale decir, pero como siempre pasa en la ficción británica, el rumbo que tome la serie de ahora en más es todo un misterio. Esperemos que, mínimamente, en un segundo round el año que viene se de el esperado encuentro con un combate que esté a la altura de tan retorcida (en el buen sentido) antesala.

Título original: The Fall
País: Gran Bretaña
Años de emisión: 2013-actualidad
Cadena: BBC Two, RTE One
Creadores: Alan Cubitt, Jakob Verbruggen
Número de temporadas: 1 (hasta ahora)
Cantidad de episodios: 5

Doctor Who: The Bells of Saint John (precuela)

Para todos los que esperan la nueva temporada de Doctor Who próxima a estrenarse, pueden aguantar con este breve episodio a modo de precuela que estrenó la BBC. Se titula ¨The Bells of Saint John¨ como el capítulo que dará inicio a la nueva temporada  y, como tal, tiene mucho contacto con la historia que veremos a partir del 30 de marzo, en un año cargadísimo de novedades para el universo Doctor Who. En su 50 aniversario, claro.

Les dejamos el mini episodio con subtítulos:

In the Flesh – Zombies rurales, difícil de atraparles

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Hace unos años, la TV británica le dio una interesante vuelta al subgénero de zombies, tan esquematizado mucho antes de la nueva oleada de lugares comunes reianugurada por The Walking Dead. Se trató de una mini serie de tres capítulos, de muy cuidado guión y estética. Su título fue Dead Set y se trató, seguramente, de una de las premisas más originales sobre el tema que se vieron en los últimos años en la TV y el cine.

Es que, a esta altura, los holocaustos zombies son algo que se cuenta solo, que ya todos podemos saber por qué carriles irá. En ese sentido, Dead Set propuso algo un tanto diferente. Se dice que ahora llegó una nueva historia en estos carriles, con el objetivo de volver a abordar la temática zombie sin caer siempre en la misma premisa.

Al menos en su primer capítulo, ha cumplido. Se tarta de In the Flesh, nueva apuesta de los muertos vivos por demostrar que no todos son iguales. La historia se ubica años después de la plaga, ocurrida en 2009. Las cosas se calmaron bastante y la humanidad volvió a tomar las riendas del devenir histórico, pero sin ensangrentarse machacando cráneos de muertos ambulantes, sino buscándoles una cura.

Así arrancamos en una situación hospitalaria, la de Kiernan, ex zombie bajo tratamiento para recuperar sus sistema nervioso, sentimientos, empatía y todo aquello que le arrebató el virus -del que, por el momento, poco sabremos-. A horas de volver a su pueblo apartado y campesino, Kiernan es acosado por los vívidos recuerdos de su último asesinato.

En un centro de salud a medio camino entre el manicomio y la prisión, pero con «buenos tratos», los zombies reciben un producto maquillador que disimula su piel pálida, y lentes de contacto para volver a tener pupilar humanas. Sin embargo, no todo es amor y contención para los zombies. En el pueblo natal de Kiernan, donde nació el primer foco de resistencia humana, están en contra de la re inserción de los «pútridos», como los llaman peyorativamente.  Un sinfín de estreotipos pueblerinos británicos se alzan en contra de la llegada de los otrora zombies y tanto Kiernan como su familia deberán ocultar el ansiado regreso a casa.

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Hasta ahí, lo meramente argumental. «In the Flesh»  tiene muchos puntos a favor. Sus posibles y obvias lecturas con la inclusión de minorías a nuestro retrógrada seno civilizatorio son tan evidentes como aburridas a esta altura. Y en lo que meramente nos remite al género fantástico es donde, para mí, están los mayores hallazgos. Para ser un primer capítulo no es ni tan declamativo ni tan sobreexplicado como en tantos otros estrenos. Exceptuando la incorporación algo forzada de un personaje que no llega a aparecer en persona, los demás están bien delineados, correctamente introducidos y con conflictos claros.

Lo bueno de este arranque es que no se enreda para ser más de lo que es. Y, limitándose a contar los lineamientos básicos de la historia, no decepciona. Remite a otras historias, pero no necesariamente a «las de zombies». Ubicarse en el post apocalipsis pero con triunfo humano, es un arranque interesante. Poner a los humanos como victimarios y a los zombies como víctimas es una estrategia que, como siempre que se invierten los roles, da mucho juego.

Buen inicio para una serie de la BBC que al igual que de costumbre tiene de su lado la calidad técnica y la inteligencia de no caer en el vicio de la espectacularidad por la espectacularidad misma. Tendrá apenas tres capítulos de una hora que se emitirán durante lo que queda de marzo y habrá que ver si contempla una historia que le permita continuar en una segunda temporada. Su creador, Dominic Mitchell debuta en la TV con esta serie.

Public Enemies

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El mundo de las series policiales, de misterio o crímenes en Gran Bretaña, es tan amplio que cualquiera diría que la mayor cantidad de asesinos seriales y pervertidos sexuales se encuentra ahí, en las tierras de la corona inglesa, y no en el cliché norteamericano. Lo cierto en que en una de sus más valiosas expresiones culturales, que irónicamente es la televisión, se encuentra todo un mundo interesantes historias.

Otro punto a favor es la duración de muchas de ellas, miniseries en su máxima (o mínima) expresión. Así encontramos algo como Public Enemies, emitida este año en la pantalla de la BBC y con apenas tres capítulos, que resulta una buena experiencia televisiva para el espectador ávido de misterios no resueltos y un poquito de tensión sexual, ya que estamos.

Public Enemies tiene un punto a favor ni bien empezar: el reparto. Encontramos a Ana Friel (Pushing Daisies) y Daniel Mays (Outcasts) en los roles de una agente del programa de reinserción de ex convictos y un homicida recientemente liberado, acusado de haber asesinado a su novia diez años atrás.

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Being Human Temporada 4: sobreviviendo, dije, sobreviviendo.

Hay unas cuantas cosas que la serie promedio debe respetar para tener asegurado el éxito, o al menos para no tentar demasiado a la mala suerte, la ira de los fans y la decepción traducida en ratings en picada. Una de esas premisas es: hacé sufrir al/los protagonistas, cuanto más sufran la gente más se engancha, pero nunca los mates. Menos de manera definitiva… menos a todos los protagonistas. Una serie acéfala, tal como está planteada la industria, parece una locura destinada al fracaso. Si me lo preguntaban antes de ver Being Human, lo ratificaba. Si me lo decían habiendo visto ya un par de temporadas de Being Human, también lo hubiera sostenido. Pero, al fin de cuentas, esta serie no es normal y dio vuelta la tortilla. Al menos en mi caso.

En entradas anteriores sobre la temporada 3 y el programa en general habíamos hablado de una serie que volvió a traerle esperanza a ese errático concepto de modernizar los clásicos. Sin caer en el cliché adolescente de otras series como Teen Wolf y toda la generación Twilight, sin basarse en personajes carilindos y chatos y, sobre todo mechando el humor más inocente y absurdo con las historias más tétricas y dramáticas, a veces hasta morbosas, así irrumpió Being Human y lo sostuvo a lo largo de tres excelentes temporadas que iban descubriendo un arco argumental general que a medida que avanzábamos tomaba las dimensiones de una hecatombe mundial.

Y entonces, en la cresta de la ola, se decidió terminar la tercera con algo impactante, inesperado y tan rotundo que nos dejaba ante un panorama peligroso. Y fue algo tan fuerte que, si no llegaste al capítulo, será mejor que no leas a partir de ahora…

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Garth Marenghi’s Darkplace

Una serie fracasada, perdida en los anales de la televisión británica que es rescatada del olvido para convertirse en un show fabuloso. Una serie dentro de otra serie… y dentro de un documental.

Hay dos series paralelas. Una, la que nos llega a nosotros, que se titula «Garth Marenghi’s Darkplace», escrita y protagonizada por Matt Holness y Richard Ayoade, interpretando al escritor de libros de terror Garth Marenghi y al actor Dean Lerner. Los dos personajes, en una suerte de falso documental, recuerdan un viejo show televisivo de horror que filmaron en los ’80 al tiempo que, en cada episodio, muestran un capítulo entero del antiguo programa.

La otra serie, esa que ellos quieren recordar, es «Darkplace» y cuenta las andanzas del médico Rick Dagless (interpretado por el escritor Marenghi, y a su vez por el actor de la vida real Holness) en un hospital repleto de casos paranormales de bajo presupuesto.

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Life’s too short: si te tomás la vida en serio estás perdido (diría Pla)

Warwick Davis tenía 13 años cuando se calzó por primera vez un disfraz que lo tapaba por completo. Con el tiempo, su persona (su cara en menor medida) iría haciéndose conocida en cuanta producción de ciencia ficción o fantasía necesitara un actor pequeño. Pero, como casi siempre pasa, Warwick siempre quedó ligado a papeles secundarios en producciones fantásticas. Fue «el enano», como él mismo dice, de Star Wars, Harry Potter, Laberinto, Leprechaun, Narnia y Merlín. Tuvo su época de gloria como protagonista de «Willow» la película creada por George Lucas donde Val Kilmer, en pleno 1988, fue relegado a ser su sidekick.

Podrían existir muchas formas de que Warwick Davis hablara de su vida pero, para fortuna de todos, no es a través de la autocompasión. Por el contrario, cuando Davis fue invitado a participar en Extras (aunque «en el capítulo de Daniel Radcliffe») le propuso a Ricky Gervais y a Stephen Merchant hacer una miniserie sobre su propia vida. Siempre pensada desde el humor ácido y la incorrección, Life’s too Short, desde su título, fue pensada como un retrato irónico de la vida desde el metro de estatura.

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Psychoville: humor para psicópatas

«Los psicópatas no pueden empatizar ni sentir remordimiento, por eso interactúan con las demás personas como si fuesen cualquier otro objeto, las utilizan para conseguir sus objetivos, la satisfacción de sus propios intereses. No necesariamente tienen que causar algún mal.» Wikipedia no tendrá un doctorado en psiquiatría, pero da una descripción de la psicopatía que bien sirve para introducirnos en el lisérgico mundo de esta breve serie británica donde la palabra freak queda corta.

El arranque de la serie utiliza un recurso parecido al que usara  John Boynton Priestley en su gran cuento «An Inspector Calls», en el que una familia es interrumpida durante la cena por un detective que investiga el suicidio de una joven.  Les va mostrando la foto a cada uno de los miembros del clan a medida que se va descubriendo una gran red de secretos y complicidades relacionados a ella, pero mantenidos en silencio.  Esa foto mostrada poco a poco destapa la historia y moviliza a los personajes desde lo más profundo.

En Psychoville, seis personas reciben la misma carta amenazante sobre su pasado oculto. Son un payaso decadente que anima fiestas para niños a pesar de faltarle una mano y llegar con su destartalado auto cubierto de polvo, un anciano ciego que vive solo en una mansión junto a su enorme colección de muñecos de peluche, un actor de teatro enano con un pasado en el cine porno y supuestos poderes psíquicos, una partera traumatizada con la pérdida de su hijo y un muñeco al que cuida como si tuviera vida y una madre e hijo fanáticos de los asesinos seriales y con una relación incestuosa.

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Sherlock: el detective que nunca muere (pregúntenle a Moriarty)

Hay ideas que no se aseguran ventas por ser originales, pero que si logran dar resultados sobresalientes tienen un mérito muy especial. En Inglaterra, como en Estados Unidos, hay una tendencia siempre vigente de tomar historias clásicas e intentar trasplantarlas a la otros períodos, situándolas además en el mundo «real» (sin elementos sobrenaturales).

El ejemplo de Sherlock guarda algunos puntos de contacto con Being Human, en tanto que busca tomar algo sobre lo que se han escrito bibliotecas y darle un lugar y tiempo como el que vivimos en nuestras habituales y poco mágicas vidas. Ahora bien, lo determinante en ambos casos es que se logran producciones valiosísimas desde todo punto de vista y han logrado tener una identidad propia, en el delicado equilibrio de respetar el espíritu del original y despegarse de los lugares comunes. Sherlock surgió un poco de ese modo.

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The Good Wife

Es fijo que todos los años encuentro alguna serie, nueva o vieja, que me obligue a hacer una buena maratón de capítulos. Este año la historia se repitió con un par que sospechaba que me iban a enganchar, como Six Feet Under y Breaking Bad, pero también, y contra todo pronóstico, terminé “maratoneando” con The Good Wife. Y digo que me sorprende, que fue inesperado, porque realmente nunca pensé que fuera a atraerme una serie de abogados, más allá de que había leído buenos comentarios al respecto de esta producción relativamente reciente de la CBS (recién va por la mitad de su tercera temporada). De no haber sido porque Lisa Edelstein (aka: la doctora Cuddy, de House) confirmó hace meses que iba a estar en la nueva temporada, creo que jamás me hubiera decidido a echarle un vistazo a The Good Wife, y  sin dudas me hubiera perdido de conocer una muy buena serie.

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